Cansadas por no haber podido dormir nada en el tren, llegamos a Jaisalmer.

Uno de los motivos por lo que quisimos venir aquí fue para pasar una noche en el desierto del Thar. Sólo se puede llegar a lo más profundo en camello, pero nos preocupaba hacer la típica turistada de contratar los servicios de alguien que tuviera a los animales en malas condiciones y explotados para el disfrute de personas sin cerebro.

Días antes en Jodhpur, una pareja de ingleses con los que compartimos hostal, nos pasó el contacto de Fatan, un chico que organiza excursiones en el desierto y con el que quedaron encantados. Nos contaron que estuvieron ellos solos con Fatan y otros dos chavales que cuidaban de los camellos y que en ningún momento vieron a otro turista.

En aquel entonces nos encantó el plan, pero después de la nochecita que pasamos en el tren, la idea de perdernos en el desierto con 3 hombres desconocidos nos asustaba un poco. Aún así, nos hablaron tan bien de él, que decidimos contactarlo y si al conocerlo tuviéramos la más mínima duda, cancelaríamos los planes de pasar la noche en el desierto.

Eran las 6 de la mañana cuando llegamos a la estación de Jaisalmer y Fatan nos estaba esperando con un cartel en la puerta.

Hablando con él supimos que vivió toda su vida en un poblado en el desierto y que hacía solo 4 años que se mudó a la cuidad. Él es dueño de 3 camellos y como mucho hace una excursión al día de una hora y media con ellos, llevando encima a una sola persona por camello. Además nos dijo que otra pareja de franceses vendría con nosotras a la excursión. Contratado!

Le contamos que no habíamos podido dormir nada la noche anterior y nos ofreció una preciosa habitación para dormir un poco, ducharnos y relajarnos antes de salir, todo gratis.

A las 3 de la tarde nos montamos en el Jeep y fuimos a buscar a los franceses. De camino, hablamos de su estilo de vida, su infancia y creencias, y fue ahí cuando empezamos a darnos cuenta de lo especial que es este joven indio...

Nos contó que creció en un poblado muy pequeño del desierto y que se crió en una familia musulmana, pero que él, a pesar de que la gente del pueblo piensa que está loco, no practica ninguna religión. "Para qué voy a ir a rezar a la mezquita... La gente va para pedir a Dios que perdone sus pecados cuando hacen algo malo. Pero eso no tiene ningún sentido! no tengo que rezar a ningún Dios para que me perdone, solo debo ser bueno y nada más. Cuando les digo esto a la gente de mi pueblo, piensan que estoy mal de la cabeza, pero a mí me da igual, yo soy feliz así". 
Yo no paraba de preguntarle cosas y a él no parecía importarle, más bien al contrario.
Nos contó que lo casaron por tradición cuando era pequeño con una chica del pueblo, tuvieron dos hijos pero nunca estuvo enamorado de ella y las cosas no funcionaban entre ellos. Así que, ya que divorciarse en la sociedad India, es prácticamente imposible, decidió vivir separado de ella, a pesar de que hacer algo así, es considerado un sacrilegio a los ojos de la gente. Los matrimonios concertados, para él, son una farsa y que todavía se deba seguir el sistema de castas a la hora de elegir cónyuge, una vergüenza.

Su apertura de mente y sus ideas son algo realmente fascinante. Definitivamente es un adelantado a su época.

Una vez con los franceses abordo, nos dirigimos al pueblo fantasma, nuestro primer destino en esta excursión que, sinceramente, ya ha valido la pena.

En el camino vimos algunos poblados nómadas y, bastante apartado de la cuidad, un poblado de intocables. 
El sistema de castas tiene sus raíces en el hinduismo. Existen unas 3000 castas y 25000 sub-castas ligadas a la profesión, aunque se dividen en 4 grandes "varnas" o grupos: los brahmanes (religiosos y maestros), los khatriyas (gobernantes y guerreros), los vaishyas (comerciantes) y los sudras (artesanos y agricultores). Y por debajo de estas cuatro grandes categorías existe otro grupo, el más marginado de la sociedad que ni siquiera forma parte de este sistema. Tradicionalmente se encargaban de hacer los trabajos impuros: trabajaban en crematorios, limpiando letrinas, recogiendo basura, incluso los barberos pertenecían a esta casta, ya que todo los que sale del cuerpo es considerado impuro, hasta el pelo. Se les creía también físicamente impuros y no se les permitía mezclarse con las demás castas. Ellos eran los parias o intocables.
Aunque desde el año 1950 el gobierno abolió las castas, este sistema ha estado vigente durante siglos y en las zonas rurales la gente aún cree fuertemente en esta división jerárquica de la sociedad. Además, todavía hoy en día, se puede deducir la casta de una persona por su apellido, ya que los matrimonios entre castas distintas, aunque no son ilegales, no son reconocidos.
Fue impactante ver como viven estas personas que, desde el nacimiento, están marcadas y condenadas a ser, nada más, que escoria para el resto.

Luego llegamos a Kuldhara, un pueblo fantasma que, de la noche a la mañana, fue abandonado por sus 1500 habitantes hace más de 200 años por culpa de una maldición que, según cuenta la leyenda, cayó sobre el lugar para impedir que un rey se casara con una de las lugareñas. Todo aquel que intentó vivir allí después de aquello no fue capaz de engendrar un hijo vivo.
El pueblo tiene su misterio, pero Fatan se queja y está muy enfadado porque el gobierno ha invertido un montón de dinero en arreglar un pueblo donde no vive nadie, en vez de construir carreteras, pozos, hospitales o escuelas en lugares donde de verdad lo necesitan. Se caga en los muertos de su presidente. Y teniendo en cuenta que hablar mal del gobierno o del presidente es casi considerado un acto de terrorismo, Fatan es todo un revolucionario. Me encanta.
A la salida del pueblo nos encontramos con un viejo amigo de su padre, un abuelito de 92 años con una habilidad casi extinta: toca dos flautas a la vez sin parar a respirar (o, mejor dicho, haciendo uso de la técnica de la respiración circular). Nos hizo un concierto en exclusiva, sentíamos que estábamos viviendo algo único, fue muy emocionante.

Nos volvimos a montar en el Jeep y poco después llegamos al lugar donde tiene a los camellos. Allí estaban otros dos muchachos que le ayudan a cuidar de los animales y que además son dueños de otros camellos. Se podía ver a simple vista que los tienen bien cuidados y que están sanos y felices.

A lomos de estos magníficos animales atravesamos las dunas hasta llegar a donde tenían preparado el campamento para pasar la noche. Vimos un atardecer precioso mientras tomábamos unos chais calientes y algo para picar.
Mientras tanto Shamu y Vinay preparaban el fuego para cocinar la cena.

Cenamos a la luz de la hoguera mientras charlábamos sobre filosofía, política, religión, cine y alguna que otra historieta de la infancia.
La cena estaba deliciosa y 100% vegetariana! Prepararon un dal de lentejas exquisito, el mejor que hemos probado hasta ahora, verduritas con un curry nada picante (por fin!), arroz y pan chapati que amasaron allí mismo. Los invitados comimos primero.

La pareja de franceses se fue a dormir poco después de terminar la cena y nosotras, Fatan y los otros chicos nos quedamos hablando un poco más mientras ellos cenaban.
Yo tenía los pies enterrados y sentí que algo me mordía, en un acto reflejo levanté el pie deprisa y eché un palazo de arena al plato de Fatan... Yo me deshacía en disculpas y él con una sonrisa me dijo que no me preocupara y siguió comiendo como si no hubiera pasado nada. Le pregunté que porqué no tiraba eso y se ponía otro plato si había comida de sobra. Él respondió que no le molestaba la arena en el plato, que cuando era joven, a veces, no tenía qué comer y comía arena.

Creo que fue entonces cuando le preguntamos sobre su edad, y el respondió que no lo sabia con exactitud, -"en algunos documentos dice que 33 y en otros 34". -"Pero y tus padres tampoco lo saben?" -Pregunté. -"Mis padres saben más o menos cuando nací, pero no exactamente porque también tienen otros hijos y es difícil recordar tantos datos abstractos, por eso cuando vas registrarte en algún sitio, no queda otra que intentar adivinar la fecha". Y no es el único. Mucha gente en Rajastán, sobretodo en las zonas rurales, no sabe bien cual es su edad, porque probablemente no sepan ni que día es hoy, ni leer, ni escribir, por eso no pueden firmar documentos oficiales ahora que el nuevo gobierno ha decidido cambiar los métodos de registro.
Nos contó que él nunca fue al colegio porque sus padres no se lo podían permitir. Con pocas rupias al día tenían que intentar de comer a muchos hijos y la educación es un caro privilegio. "Y cómo aprendiste a hablar y a escribir tan bien inglés?" -"con el mejor trabajo del mundo! Lo llamaba: 'Camel Tour English School'. Gente de todo el mundo venía a mi casa a enseñarme inglés y encima ganaba dinero, no es increíble?!" Y se reía a carcajadas. 

Seguimos la conversación un rato más y luego decidimos ir a dormir.
Shamu y Vinay nos habían preparado unas camitas súper cómodas con mantas limpias en el medio de las dunas. Todo estaba listo para pasar la noche en nuestro hotel de 5 billones de estrellas.

El cielo estaba despejado, pero la luz de la luna casi llena impedía que se vieran todas las estrellas. Aún así, dormir bajo aquel manto estrellado con un silencio que resonaba fuerte en los oídos, fue espectacular. 
Horas más tarde, Eli se despertó en el momento perfecto. La luna estaba bajando, grande y roja en el horizonte, revelando un firmamento plagado de millones de puntitos blancos que hacían de fondo a las constelaciones y la vía láctea, perfectamente dibujada atravesando el cielo de este a oeste. Yo me acordaba de mi abuelo Pepe, que de pequeña me llevaba a las eras del pueblo para enseñarme las constelaciones y a encontrar la estrella polar para poder orientarme. Nunca lo aprendí del todo bien, y en aquel momento hubiera deseado que estuviera ahí conmigo para que me lo explicara todo otra vez. Qué listo es mi yayo...
Este momento quedará grabado a fuego en mi memoria. Creo que nunca he visto tantas estrellas en toda mi vida.

Dormimos de maravilla y a la mañana siguiente en cuanto se dieron cuenta de que nos habíamos despertado Shamu nos trajo un chai caliente a la cama. Vinay se fue a buscar a los camellos que, como es justo, dejaron libres en el mismo momento en el que los desmontamos. Siguiendo las huellas que dejaron en la arena y con ayuda de unas pequeñas campanas colgadas de su cuello, los encontró en un periquete.

Prepararon un desayuno a base de fruta, porridge, tostadas con mantequilla y mermelada y chai.
Antes de atacar a la comida, les pregunté si tenían un poco de jabón para lavarme las manos, la respuesta fue: "La arena es el jabón del desierto". No sé si matará a las bacterias o no, pero me quitó la roña de las manos, más que suficiente. A comer!
Después del festín, volvimos a montar a nuestros camellos y a las 11 estuvimos de nuevo en Jaisalmer.

El resto del día lo dedicamos a pasear por ahí y a conocer personajes del lugar.

El fuerte de Jaisalmer es el más antiguo del mundo, está construido sin argamasa, con un tipo de piedra que solo se encuentra en esta zona de Rajastán. El resto de las casas del pueblo también están construidas con este material que le da ese color ocre característico a la cuidad dorada. Un sitio realmente precioso.
Aunque yo me voy de aquí enamorada de Fatan y su filosofía de vida. Y cuando conoces a personas así, la arquitectura pasa a un segundo plano.

Creo que a él también le caímos muy bien. Nos pidió que volviéramos otra vez a pasar a la noche en el desierto con él y otro grupo de turistas, que por cierto, ya conocíamos desde Jodhpur, y que esta vez no tendríamos que pagar, claro. Pero pronto hará aquí un calor insoportable y necesitamos seguir adelante para acercarnos lo antes  posible a las montañas.

Con las pilas cargadas y la confianza en la gente restaurada, ponemos rumbo a Pushkar a bordo de nuestro tercer tren nocturno.
Raul, otro colega de Fatan, rezará esta noche a los dioses hindúes por nuestra seguridad. Hay tantos que seguro que alguno tiene que funcionar!