Seguimos explorando la enorme región de Rajastán. Solo este pedacito de tierra al noroeste del subcontinente indio, es tan grande como Alemania. Hoy cogeremos otro tren nocturno hasta Ajmer y luego un bus de una hora hasta Pushkar. Le estoy empezando a coger gustillo a esto de viajar por la noche y despertarme por la mañana en un sitio nuevo. Es perfecto, no perdemos tiempo en el desplazamiento y además nos ahorramos unas rupias en el alojamiento.

En el tren de Jaisalmer a Ajmer no había prácticamente nadie, y sabiendo lo llenísimos de gente que suelen estar estos trenes, daba impresión verlo tan vacío.
Pronto se subieron dos chicas inglesas que dormían en el compartimento de al lado y que también iban a Pushkar. Nos dijeron, como tantos otros, que tenían muchas ganas de ver Pushkar, que según dicen es el mejor lugar de Rajastán, muy espiritual y donde la gente va para unos días pero luego se quedan atrapados durante meses.
Estuvimos hablando durante un buen rato y conocernos un poco mejor nos dio seguridad a todas, si pasaba algo, éramos cuatro súper mujeres contra el mal. Esa noche dormimos como un tronco.

Llegamos a Ajmer a medio día con un calor de muerte. Fue un poco complicado y frustrante dar con el bus correcto porque hay mucha gente que te da información incorrecta para que acabes cogiendo el tuk-tuk de su primo o contrates el taxi de su cuñado. Además, todos están metidos en el ajo, a veces incluso los mismos conductores de los autobuses, revisores y usuarios. Es muy difícil saber en quien confiar. Finalmente conocimos a una familia de nepaleses en la misma tesitura, pero a ellos, dominando el hindi, les fue mucho más fácil y rápido dar con las indicaciones correctas.
Nos montamos en un bus local hasta arriba de gente y en una hora estuvimos en Pushkar. Intercambiamos teléfonos con las chicas y quedamos en vernos por la noche.
Llegamos a nuestro hostal, en el cual éramos las únicas huéspedes. Allí sólo estaba el dueño, el ayudante y una chica australiana que estaba liada con uno de los chavales. Parecía que estuvieran puestos de algo... La chica bailaba sola por el jardín haciendo movimientos así muy exóticos. Daba un poco de risa.

Dejamos las cosas y salimos a ver de que va este pueblo del que todo el mundo habla.
Pushkar es tranquilo, hay mogollón de jóvenes mochileros, mercadillos, se duerme y se come barato y hay mucha oferta de drogas a buen precio. En menos de media hora de paseo nos dimos cuenta de porqué la gente se queda aquí atrapada: Pushkar es como unas vacaciones en la India. Pero, hablando con la verdad en la mano, no tiene nada, es un pueblucho donde la gente habla del karma y va de místico y lo que pasa es que van por el quinto porro, mucho hippie del palo y mucho consumista capitalista comprando ropa que no volverá a usar jamás. La gente es muy poco crítica, a cualquier cosa llaman paraíso. No digo que no se esté a gusto aquí, es un sitio pequeño donde es fácil conocer a gente y hacer amigos, es barato, tiene un lago bonito y hace buen tiempo, pero ya está. No hay nada que ver ni que hacer a parte de ir de compras y ponerte fino filipino, que también puede estar bien, pero decididamente, queda muy lejos de ser el sitio más interesante de Rajastán.

Cuando bajó un poco el sol quedamos con las dos chicas del tren y con otras dos amigas suyas. Fuimos al lago a ver el atardecer e hicimos muy buenas migas con una vaquita a la que le encantaba que le rascáramos detrás de las orejas y en el cuello y que nos chupaba las manos y las piernas como si fuera un gato.

Pushkar es una ciudad sagrada y esta prohibida la venta de carne, huevos, alcohol y drogas pero, paradójicamente, es a esto a lo que viene a hacer aquí la gene. Así que fuimos a un garito para probar uno de los atractivos de Pushkar: el bhang lassi. El lassi es una bebida típica de yogurt a la que se le da sabor con distintas frutas o especias y bhang significa marihuana en hindi. Pues eso, un batido de yogurt con marihuana. Todo el mundo anda loco con esta cosa y yo pensaba: bah... tampoco puede ser para tanto, como mucho será como fumarte unos porros o comerte una 'space cookie'. Pero qué va! A la media hora de terminarnos el lassi nos empezamos a reír a carcajadas por cosas que no tenían ningún sentido, fue muy divertido y a momentos psicodélico. Hay que ver con el bhang lassi oye, la castaña que te agarras con poco más de euro y medio. 

Al día siguiente, conocimos a Shannon en el desayuno y pasamos con él el resto de día paseando por ahí, mientras practicábamos hindi. Ya hacía unos días que empezaba a sentir una gran necesidad de aprender el idioma o, al menos, unas cuantas frases clave para poder comunicarme con los locales que no hablan inglés.

El plan inicial era salir aquel mismo día para Jaipur, pero no sé porqué decidimos quedarnos una noche más y la liamos un poco porque haciendo eso no nos iba a dar tiempo de ver Jaipur, pero en ese momento no caímos. El maldito lassi nos ha trastocado la cabeza, o será que de verdad esta ciudad te atrapa?