Después de 2 días de mucho ajetreo, por fin tengo un rato para estar "sola" y hacer una pequeña reflexión sobre nuestros primeros días de viaje. Digo "sola" entre comillas porque escribo esto desde la litera de un tren abarrotado de indios.
Por fin, ni rastro de los turistas, y con su ausencia, llegó la calma de no tener que tratar con gente que, acostumbrada a tratar con turistas, no te dejan tranquila ni un solo segundo.

Nuestra puerta de entrada a la India fue Delhi. Puta locura.
He leído y escuchado mil historias sobre lo chocante que sería llegar aquí, y lo inútil que es preparase para intentar reducir el shock. Todo verdad. No importa cuánto te prepares antes: la India impacta.

Nuestra primera impresión fue engañosa, cogimos el metro desde el aeropuerto hasta el centro y todo estaba muy limpio, no había gente y el metro estaba prácticamente vacío (a pesar de los 22 millones de personas que viven en esta ciudad y los 15 min de intervalo entre metro y metro. Una barbaridad acostumbradas al de Londres, donde, que un metro tarde más de 5 minutos, es un despropósito).
Nos decíamos: "aquí algo no cuadra". Y estábamos en lo cierto. En cuanto salimos a la calle, pudimos experimentar en nuestras propias carnes, el caos del que todo el mundo habla. Cientos de personas, vacas, perros, cabras, vehículos de todo tipo cargados con bultos que deberían entrar en el récord guinness, pitidos, gritos, "where are you going mam'?", "tuk tuk! tuk tuk!", olor a curry, flores, caca de vaca, especias, pis, puestos de comida, gente pidiendo, gente en traje y turbante, niños descalzos jugando entre el tráfico, mujeres más mayores que mi abuela cargando enormes fajos de leña sobre la cabeza, mucho calor y también mucho color por todas partes. Todo al mismo tiempo. El centro de Londres en hora punta es un paseo en bici al lado de esto.

Welcome to India!

Y ahí estábamos nosotras, en medio de aquel bullicio, dos chavalas con mochilas a la espalda, mirando a su alrededor, con cara de no tener mucha idea de hacía donde ir... Teníamos la frase "primera vez en la India" escrito en la frente. Éramos blanco fácil. Y así fue como casi fuimos víctimas de una de las muchas mafias que operan por aquí. Fue una pinche odisea de la que no voy a hablar ahora pero que, a pesar del susto y el estrés, fue un buen escarmiento para aprender, de primera mano, lo ingeniosa que puede llegar a ser la gente para ganarse unas rupias (48600 para ser exactos, que menos mal, logramos recuperar al final). Ahora ya seguro no nos la vuelven a pegar.

Estafadores a parte, Delhi es agotador. No puedes caminar 2 minutos sin que algún vendedor, disfrazado de persona normal, se pare para hablar muy interesado por tu nacionalidad, costumbres, a dónde vas, de dónde vienes, qué haces aquí, cuánto tiempo te quedas, etc. para luego intentar llevarte poquito a poco a su tienda. Que no quiero comprar nada leñe! Uno y otro y otro y otro... En fin, una pesadez.

Aunque merece la pena pasar por todo esto para ver lo variopintos que son aquí los mercados. Parecen estar distribuidos por gremios: están los que venden fruta y verdura, especias, telas, los que cosen caléndulas que sirven como ofrenda a las más de 330 millones de divinidades que existen, los zapateros, los que trabajan la madera, el cuero, el metal... Todo muy curioso.

También vimos algunos Hijras o personas del tercer sexo, se estima que hay entre 5 y 6 millones. La mayoría son hombres que visten como mujeres pero no se consideran ni uno ni lo otro. Hay campañas en marcha para que su género sea reconocido oficialmente.

Otra de las cosas que me ha chocado bastante es que no hay aceras, así que todo lo que tenga la capacidad de moverse va por la carretera. No parece haber ni carriles, ni pasos de peatones, ni normas aparentes. Un caos absoluto!! Pero nadie choca. La única regla que parece haber es pitar siempre que vayas a adelantar a algo o a alguien, así que vaya usted a imaginar el jaleo que hay en las calles.

Y los baños... De momento siempre nos han tocado con retrete, aunque es bastante común encontrarte únicamente con un agujero en el suelo, pero no, lo que me trae de cabeza es la manera con la que esperan que me limpie el culo. Del papel higiénico olvídate, es un artículo de lujo que no se encuentra fácilmente. Lo que sí que hay en todos los baños es un barreño cerca de un grifo con el que tienes que ir echándote agua hasta que aquello quede bien limpio con ayuda de tu mano izquierda (de ahí que sea tan ofensivo saludar a alguien con esa mano). La idea está bien, quizás incluso sea más higiénico que usar papel (si tienes jabón a mano) y definitivamente es más ecológico, pero aún no me acostumbro a usar el mismo barreño que el resto del mundo, y de usar la mano izquierda ni hablamos. Ahora cada vez que paramos a comer en algún sitio me lleno los bolsillos de servilletas. Lo siento planeta Tierra, no soy tan hippie... todavía.

Aunque estoy segura de que el motivo por el que no usan papel higiénico no es por ser respetuosos con el medio ambiente, hay montones y montones de basura por todos lados. La India es responsable del 60% de los residuos plásticos que se tiran al océano cada año y su capital tiene el aire más sucio del mundo, así que, hasta luego Lucas!
Buscando un poco de tranquilidad, ponemos rumbo a Jodhpur, la ciudad azul, que por lo que nos han contado no tiene nada que ver con el caótico Delhi.



Quizás la India no esté hecha para todos, de ahí la famosa frase de: o la odias o la amas. Pero a mí, aún con todos sus lados negativos, me está encantando conocer todo esto y cada nuevo rincón me emociona. Nunca he visto nada igual, y como tal, me muerdo de ganas por descubrir lo que me tiene preparado.


Continuará...